Opinión

MOMENTOS DE VIDA: Desvelada

Claudia E. Fiorio es Profe de Matemáticas, Física y Cosmografía y nos trae su particular mirada sobre aspectos de la vida cotidiana.

Antes de que te sumerjas en el rico texto de Claudia, te contamos que la autora es nacida en Corrientes en 1963, hija de Miguel, (dibujante) y Elena, (maestra y escritora). Claudia es Profesora de Matemática, Física y Cosmografía. Orgullosa mamá de Ingrid y Lara. Practicante de yoga, amante de la paz, el equilibrio y la armonía. Apasionada por el baile, la escritura y la pintura, entre otras cosas. Por si esto fuera poco, también publicó un libro “Los sentimientos cuentan”.

  1. Desvelada

Debo definirme como un ser noctámbulo, al que le agradan los silencios ennegrecidos, salpicados de estrellas y titilantes de enigmática luz de luna.

Si a eso le agregamos un verano correntino, caluroso e intenso, que invita a mi ser  a esconderme durante el día y revivir al oscurecer, tenemos entonces, el escenario perfecto de lo que les narraré, me sucedió la semana pasada.

Sin relojes que me circunscriban horarios por cumplir ni lugares a donde ir y llegando casi a  la medianoche, apagué el televisor donde me encontraba viendo un programa de cocineros.

¿Por qué lo apagué?

¿Por qué no empecé a cambiar de canales como acostumbro hacer, buscando alguna película que capture mi atención y me lleve a sumergirme en la trama de ésta?

Porque durante varios días, había atravesado el umbral de la madrugada, mirando una y otra, y otra más: romántica, de suspenso, de comedia…¡qué sé yo!, lo que venga, menos de terror, que no me gustan.

En mi mente rebelde, me había propuesto dormir temprano, antes de la una, al menos.

¿Para qué?

Para despertarme más temprano, disfrutar de la mañana, ir a caminar al parque, pintar, tejer o simplemente, estar despierta.

Y entonces recordé lo que muchos afirman: “leer un libro antes de dormir, facilita el sueño y el buen descanso”.

Fui hasta mi biblioteca donde me aguardan varios libros por leer, elegí uno, bastante gordito, de 300 páginas o más, lo miré, leí la reseña de la contratapa y lo llevé a mi dormitorio.

Y me dispuse a leer.

Y leí y leí y seguí leyendo.

Y cuando me proponía a dejarlo señalado para continuar, al día siguiente, él, me miraba desafiante y me seducía con ese dar vuelta de página, mostrándome un nuevo capítulo imposible de no ser leído antes de que me durmiera.

Y fue irresistible y no pude dejarlo.

Y el libro, literalmente “me devoró”, “me abdujo”, cuantificó mi existencia y multiplicó mi Universo que no se resignaba a descansar sin saber cómo terminaría eso.

Fui devuelta a la realidad, a las 6:47, cuando el diariero pasaba diciendo “diario, diariooo” y también se escuchaba al barrendero.

Fui invitada a continuar con mi vida, cuando en mi ventana ya era de día y los pajaritos cantaban en la rama del chivato.

Y yo, somnolienta y feliz, dejé el libro sobre la mesita, apagué la luz del velador, me puse de costado y en menos de lo que uno tarda en contar hasta diez, me quedé dormida, consciente de que era esa la hora a la que debería despertar y no dormir.

Pero bue… fracasé en el intento porque fui secuestrada por la atrapante historia, como tantas veces me había ocurrido de adolescente.

Desperté más allá del mediodía.

No pude cumplir con el objetivo propuesto de dormir temprano, despertar y activar mi mañana, pero por unas horas, me sumergí en un relato que me invitó a desactivar los muros del tic tac del minutero.

                Y ahora son ellos, los otros, los que me aguardan por ser leídos, que me miran desde el estante y me dicen, casi en silencio: “leer a la noche, induce rápidamente al sueño”, pero sé que conmigo, eso no es ley ni mucho menos.

Claudia Fiorio

Corrientes, 07 de febrero de 2022

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