Opinión

Corrientes soñadora: La enigmática Mansión de Invierno. Por German Ryocana Paz

En la costa de Empedrado, rodeada de una tupida y agreste vegetación tropical fue construido el Hotel Continental.

Se escucha hablar de la Mansión de Invierno o la Ciudad de Invierno, desconocida, olvidada y aislada durante muchos años; sin embargo, pocos conocen la verdadera historia de esta monumental construcción denominada en sus comienzos Hotel Continental, el primero de esas características en construirse en Sudamérica. La idea surgió en los primeros meses del año 1909, buscando un lugar para el turismo de la alta sociedad porteña durante los meses de baja temperatura, un lugar selecto de descanso durante la época de frío. Se pretendía atraer el turismo internacional a la zona, que en ese momento estaba orientado exclusivamente a la ciudad de Asunción del Paraguay. 

Dadas las bondades del clima, con temperatura media anual de entre 16º y 24º, citadas en un artículo del diario La Nación de esa época que mencionaba: “Por una combinación de las menos frecuentes, esta zona reúne todas las condiciones exigidas por el sabio profesor Kisch, como una estación ideal en invierno. Temperaturas de las estaciones invernales más famosas del mundo, colocan a Empedrado junto con ciudades como San Remo, Venecia, Niza, El Cairo y Málaga, entre otras. La temperatura en este lugar elegido es suave y regular, sufre pocas variaciones, tanto diurnas como nocturnas, es de clima subtropical, donde no hay que temer, sobre todo, los descensos bruscos. Fue catalogado como uno de los mejores ocho microclimas del mundo. Luego de muchas consultas y estudios climatológicos, se decidió que los alrededores del pueblo correntino de Empedrado reunían las condiciones ideales para este gran emprendimiento.

Las obras se iniciaron en el mes de diciembre de 1910 bajo la dirección del ingeniero Valentín Virasoro, que proyectó una ciudad de 158 manzanas, ubicadas todas alrededor del majestuoso Hotel Continental y contaría con muelle propio, incluso un desvío especial para el ferrocarril “General Urquiza”. También fue convocado el arquitecto Carlos Thays, el mismo que hizo el trazado de los Bosques de Palermo y el Parque de la Independencia en Rosario. El costo total de la obra en ese momento fue de 30 millones de pesos, moneda nacional, y fueron 65 los accionistas o socios que aportaron para esta gran obra, entre ellos figuran escritores como Gregorio de Laferrere, el ex presidente Nicolás Avellaneda y el doctor Pedro Luro. Muchas destacadas figuras de la sociedad porteña se apresuraron a comprar sus lotes, como María Unzué de Alvear, Adolfo Blaquier, Martín Pereira Iraola y el Dr. José Evaristo Uriburu, entre los más destacados.

El ambicioso proyecto incluía un edificio de ensueño de cuatro pisos, dos subsuelos, salones, casino y habitaciones de lujo para 150 personas, lo dotaron de lo mejor de la cristalería de esa época, maderas y mobiliario importados, lo más exclusivo de ese momento, todo traído desde distintos puntos de Europa. La ciudad constaba con servicios como el Hotel Continental, casino, teatro, confitería, salones de fiestas y muelle propio, escuela primaria, casa para la Policía, casa para la Prefectura, usina eléctrica propia y anexos para el alumbrado del hotel, con motores General Electric, instalación para provisión de agua y cercos de seguridad en todo el poblado. También, para el recreo de los visitantes, había canchas de tenis, fútbol, golf, criquet y grandes parques decorados con distintas especies arbóreas y estatuas de mármol, réplicas de obras famosas. La cristalería era de Murano y las porcelanas de Florencia.

El 29 de junio de 1913, la Ciudad de Invierno abrió oficialmente sus puertas, estando invitados el gobernador correntino Juan Ramón Vidal, esa noche el Hotel Continental ofreció una velada de gala, con las mesas del casino funcionando a pleno y los salones de fiesta ofrecieron su lugar para que la Orquesta Sinfónica del maestro Eneas Verardini animara el baile hasta el amanecer. También la banda de la Policía de la provincia participó de la velada inaugural. El enorme sitio que albergaba el casino estaba rematado por una cúpula de bronce emplazada sobre la sala mayor, había allí una gran araña que tenía 312 brazos, que, según se dice, actualmente está en el casino de Mar del Plata, aunque otra versión la ubica en la catedral de Mar del Plata. En la fiesta inaugural hubo invitados especiales, entre ellos, se dice, el príncipe de Gales, un marajá, la famosa actriz francesa Sarah Bernhardt, muchas personalidades de la nobleza y la farándula mundial de esa época. Los organizadores contrataron especialmente al vapor “Formosa” para que trajera desde la capital provincial a los invitados especiales. 

Triste final 

Pero lo que parecía convertirse en un dilecto lugar turístico a nivel mundial, no logró sobrevivir más que tres meses. Las consecuencias económicas producidas por el inicio de la Primera Guerra Mundial, sumado a la inexperiencia de los concesionarios de la Ciudad de Invierno, marcaron su triste final. Sus lujosas instalaciones quedaron abandonadas, hasta que en 1922 fueron a remate. Veinte años más tarde, una ejecución hipotecaria determinó que tres compañías porteñas dinamitaran la Mansión de Invierno. Algunas versiones indicaban que, durante la Segunda Guerra Mundial, se estableció una base alemana en la Ciudad de Invierno, desde donde tenía contacto con Asunción y Buenos Aires.

Desde allí recibían la información de la partida de barcos desde Buenos Aires, que eran esperados por submarinos alemanes en alta mar y hundidos. El servicio de Inteligencia inglés detectó desde donde se enviaba la información y decidieron demolerla con cargas de dinamita.

Así se derrumbó definitivamente la Mansión de Invierno. Es una hipótesis interesante y digna de tener en cuenta para justificar de destrucción de tan hermoso edificio. Nada se construyó en ese lugar, y hoy a 106 años de que la Ciudad de Invierno abriera sus puertas, sólo los restos de lo que fue un gran edificio, permanecen allí como un mudo testimonio de lo que fue un sueño efímero y fugaz.

En 1943, según Emilio Noya, tres compañías se encargaron de dar por tierra con los sueños que otros visionarios habían tenido y dinamitaron todo el lugar.

Esta historia es realmente para sorprenderse y asombrarse. No caben dudas de que la desidia e irresponsabilidad humana para dinamitar este majestuoso lugar impidieron que de alguna manera pudiera salvarse el edificio. No se sabe por qué lo hicieron y menos los intereses políticos y comerciales en juego en ese momento, el majestuoso lugar y edificio se podrían haber conservado, quizás se pudo llegar a una solución viable. Pero hoy ya es tarde, no hay remedio, recuperar lo que se perdió es imposible.  

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