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A 190 años del viaje de Darwin a la Patagonia que cambió toda la teoría sobre el origen de las especies

En septiembre de 1932 el joven inglés, dio el puntapié inicial: con el hallazgo de los primeros fósiles en tierras argentinas.

El 5 de septiembre de 1832 llegó a las costas de Punta Alta el Beagle, comandado por el capitán Robert Fitzroy. A bordo había un joven naturalista, que había resistido los impulsos de su padre, el reconocido médico galés Robert W. Darwin, de que se convirtiese en médico como él, y como había sido su abuelo o, en su defecto, que fuera pastor anglicano. Pero a Charles, desde niño, le atraían los insectos y la naturaleza.

Tenía a quien salir. Su abuelo Erasmus Darwin, pionero del evolucionismo, era un médico, naturalista y filósofo, autor del poema The Zoonomia, en el que especulaba sobre el origen y evolución de la vida. Las conclusiones de sus experimentos fueron usadas por Mary Shelley en su novela sobre Frankestein para fundamentar la creación de vida a partir de materia muerta.

Charles Robert había nacido el 12 de febrero de 1809. Su mamá había muerto en 1818 y él era pupilo en la escuela anglicana local y aprendiz de médico del padre. Cuando con su hermano Erasmus fue a estudiar medicina a la Universidad de Edimburgo, solo se interesó en los cursos de taxidermia del esclavo negro John Edmonstone.

Seguía interesado en la historia natural, y fue alentado en ese sentido por el profesor John Stevens Henslow -a quien conoció en 1828- un clérigo especialista en botánica y geología. Sería su mentor, tutor y amigo.

La travesía se realizó en el Beagle, que recorrió las costas de Brasil, Uruguay, la Patagonia y luego cruzó al Pacífico.

La travesía se realizó en el Beagle, que recorrió las costas de Brasil, Uruguay, la Patagonia y luego cruzó al Pacífico.

Darwin tenía 22 años y aún no sabía qué hacer con su vida. Entonces desconocía que se estaba preparando una expedición que tendría el objetivo de completar los trabajos de hidrografía en la Patagonia y en Tierra del Fuego, que habían sido iniciados por el capitán Phillip Parker King entre 1826 y 1830. Aún quedaba por estudiar la hidrografía en las costas de Chile y Perú, adentrarse en las islas del Pacífico y realizar medidas cronométricas alrededor del mundo.

La expedición que partiría en cuatro semanas estaba a cargo del comandante Robert FitzRoy, un marino que había empezado su carrera a los 14 años y que entonces contaba con 26 años. El profesor John Henslow fue convocado a participar como naturalista, pero se bajó ante la insistencia de su esposa. Recomendó a Darwin, de muy buena familia, a quien veía como un joven con excepcionales condiciones para observar, recoger muestras y tomar notas. Fue el capitán irlandés Francis Beaufort, un hidrógrafo creador de la escala para medir la intensidad del viento, el que gestionó el visto bueno de los lores del Almirantazgo.

Su diario de viaje fue un éxito editorial, un hecho que no fue tolerado de buena manera por FitzRoy, que también había publicado su diario de viaje, pero fue menos leído.

Sus malestares físicos lo acompañaron durante toda su vida y se agravaron en su vejez. “No tengo el menor miedo a morir”, dijo a sus allegados días antes de fallecer el 19 de abril de 1882. Si bien la familia quiso sepultarlo en el cementerio local, la presión científica hizo que se lo enterrase cerca de donde descansa Isaac Newton, en la Abadía de Westminster.

Ya anciano, decía extrañar las noches que terminaban con el mate y un cigarrillo, en los días en que había poco para comer, en esas lejanas tierras llenas de aventuras y hallazgos.

 

Fuente: www.infobae.com

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